Qué me vais a contar a mí
del amor,
si nunca habéis visto la primavera
nacer de unas pupilas dilatadas.
Si nunca habéis presenciado
el suicidio de las comisuras de sus labios
cuando juega a ser el primero
que toque mi corazón con las manos desnudas
y a tiempo récord,
y consigue todo lo que se proponga
que incluya mi cuerpo.
Si nunca habéis dejado de respirar
por un segundo,
cuando baila como aquellos
que no saben bailar mientras camina,
cuando se mueve y lo inunda todo.
No sé,
vivo renaciendo por el do de su espalda
y el mi de mis dedos;
el perfecto acorde de la lucha imposible,
de la piel,
del deseo.
Yo no hablo de amor,
y eso que me han besado
sus ganas en los labios,
y he vivido en un eterno ayer
con un dudoso presente
y un improbable futuro.
He sido la musa en noches de lluvia,
los labios del fracaso,
el humo de su primer cigarrillo;
he sido su vida en una primera mirada.
He sido una puta,
pero también he sido la mejor amiga
del rey del infierno,
que si de algo no me arrepiento
es de haberme enamorado
de los ojos más bonitos de la habitación
y de haberme corrido el lápiz de labios
en la cara de cualquiera.
A mí a desastre no me gana nadie,
y tú has sido mi mayor despiste,
por haberte dejado calarme
cuando no miraba,
culpable,
por haber escrito y haber sido
la poeta de la risa infinita
y de todas y cada una de tus pecas.
Tengo más huellas que la luna,
y aún así sigo gritando
tu nombre borracha,
y sigo queriendo ser mucho más
que aquella mirada
que, al fin y al cabo,
somos dos gatos,
que esta noche me apetece dormir
en tu tejado
y sé que a ti no te gusta
dormir solo.
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